Página en blanco
sábado, noviembre 04, 2006
  Sigue la mano pequeña...
Jueves 29 de Julio:
Pinto soles en el cielo

El profesor de Educación Física me estaba esperando en una pequeña sala ubicada dentro de la sala de profesores. Entrevistas, decía un cartel ubicado en la puerta. La sala de profesores estaba vacía y faltaban todavía diez minutos para la hora de la cita. Sentí un ruido dentro de la sala pequeña y decidí golpear la puerta. Entre, gritaron desde dentro. Fue un grito seco, malhumorado. Apenas crucé el umbral un hombre vestido de buzo azul (nunca he confiado en la gente adulta vestida de buzo) se miró el reloj de pulsera. Estaba sentado tras una pequeña mesa. Tenía las cejas juntas. Realmente parecía malhumorado.
–Imagino que usted es el profesor de mi hijo –le dije.
–Imagina bien.
–En realidad es mi sobrino. Siempre me confundo.
–Ha llegado antes –comentó y volvió a mirarse e reloj pulsera.
Yo miré el mío y constaté que faltaban ocho minutos para la cita. El profesor tomó un pesado libro azul que tenía abierto delante suyo y lo cerró de golpe. Un fuerte ruido reverberó por todo el lugar.
–Es usted algo idiota –comenté.
–Qué…
–Veo que ya se conocieron –dijo la profesora de mi hijo. Ella lucía un delantal verde. Su sonrisa me alegró la estadía–. La Madre Trinidad me contó de esta reunión y me pidió que viniera. Espero no molestar.
Sentí un fuerte escalofrío al mismo tiempo que los ojos de ella me escrutaron por segundos que me parecieron horas.
–Por mí no hay problema alguno –sólo pude articular.
El escalofrío volvió y miré al profesor. Ahí supe el motivo de mi imprevisto estremecimiento. El profesor miraba fijamente a ella. Supe que la amaba y que no era correspondido. Luego supe que además la deseaba con fervor. Nunca he entendido esas repentinas certezas que llegan a mí.
–Alonsito es un gran niño –dijo ella con mucha ternura.
–Lo es –dije–, sólo me interesa que sea tratado como un niño más.
–Pero no es un niño más –dijo el profesor sacándole, por fin, los ojos de encima de la profesora.
–Lo de su mano no le afecta en nada –se me adelantó la profesora, y ella adelantó su mano izquierda y la giró de un lado para otro.
Pude apreciar el brillante anillo de compromiso. Ella notó lo que le estaba mirando.
–Me caso en una par de meses –me explicó algo coqueta.
–Pero no está muerta –bromeó el profesor acompañado de una falsa risa.
La profesora y yo optamos por ignorarlo
–Te felicito –le dije a ella, y le tomé por un segundo su mano derecha.
Ella se ruborizó.
–Lo que pasa es contigo el niño sólo escribe cosas, conmigo realiza ejercicios.
El profesor levantaba las cejas como una forma de decirnos que había descubierto la pólvora.
–Alonso sólo tiene una mano más pequeña. No tiene otro problema asociado a ello –dije.
–¿Y los informes médicos? –preguntó él no dando su brazo a torcer.
–Fueron entregados oportunamente a principios de año a la Madre Trinidad. Me entregó una copia a mí y me aseguró que a usted también le había entregado una.
El profesor se sentía pésimo cuando ella lo trataba de usted. Ambos tenían la misma edad. Me dio pena por él.
–A lo mejor me la entregó. En este colegio pasan muchos papeles –dijo él todavía en un tono agresivo. Yo sólo quiero protegerlo.
–No lo dudo –dije en tono conciliador–. Se ve que usted es un buen hombre.
Dejé que la frase decantará unos segundos. El tipo me había generado, a pesar de todo, cierta simpatía. Se notaba su loco de deseo por la profesora. Quise ayudarlo un poco:
–Alonso me habla bien de usted. Mi sobrino sólo quiere ser tratado como uno más.
La profesora miró con ternura al profesor. Éste se descolocó y titubeó algo antes de hablar:
–Está bien, pero yo no me haré responsable por los daños.
–No estamos hablando de una máquina –dijo con énfasis la profesora–, pero entiendo lo que quiso decir. Hasta luego.
La profesora me regaló una sonrisa y se retiró. Un frío silencio se apersonó en la sala. El profesor se sopló la chasquilla y buscó algo de saliva en el interior de su boca para mojarse los labios.
–Dile que estás loco por ella.
Encuentro estúpido tratar de usted a alguien cuando se le dice algo imperativo. El profesor abrió exageradamente los ojos y explotó:
–Qué sabes tú, pendejo.
Me dio risa que me llamara pendejo. Yo no aparentaba ser menor que él.
–O se lo dices y puedes ser feliz. O te callas y te comes tu frustración.
–Ella no te sacó los ojos de encima. Odio a los tipos como tú –me contestó resignadamente. Se tomó el pelo y soltó un largo suspiro.
–No me interesa ella. Conquístala, no es tan difícil.
–¿Ah, sí? Eres un experto.
–Las mujeres responden positivamente a los estímulos románticos. Así como los hombres a los sexuales. No es nada del otro mundo.
–Está casada.
–Pero no muerta, como tontamente dijiste.
–Y qué hago para conquistarla, don Sabelotodo.
–Ignórala una semana. Ella debe ser de ti interés. Si la ignoras por un tiempo necesariamente se va a preocupar.
–Ella ni sabe que existo.
–Luego escríbele un pequeño poema, en una hoja pequeña también, y se lo dejas a su alcance.
–Eso es de una tonta película romanticona.
–Debes saber ya, que las relaciones de pareja, sobre todo en un principio, son idénticas a las tontas películas romanticonas. Es pura biología.
El profesor cerró los ojos y me hizo gesto para que continuara hablando.
–Luego del poema, le escribes otro, pero sigue ignorándola. Poco a poco, a medida que los poemas se vayan acumulando, te vas acercando. Apuesto que antes de un mes terminas en la cama con ella.
–Yo la quiero de verdad.
–Se te nota. Llevarla a la cama es un gesto de amor para ellas.
–Nunca he escrito un poema.
–Mientras más cursi son, mejor.
–Nunca he escrito un poema.
Saqué una hoja de mi libreta y anoté:

En los días nublados,
pinto soles en el cielo
cuando pienso en ti.

–No está tan mal –comentó él y por primera vez sonrió.
–Cada mañana, cuando venga a dejar a Alonso, te paso uno de ese estilo.
–No le debes contar a nadie –volvió al tono amenazante.
–Será un secreto. Hazme caso. Los poemas nunca fallan.
–¿Y si fallan?
Me encogí de hombres y salí de la sala. Luego recordé los escalofríos y volví.
–Cuídate –le dije. Él me miró muy confundido–. De verdad, cuídate –le repetí y salí definitivamente del lugar.
–Eres raro –alcancé a escuchar mientras cerraba la puerta de la Sala de profesores.
No hice esfuerzo alguno por responder. Bajo una lupa todos somos raros.

Por la tarde le expliqué a Alonso que el problema se había solucionado. Ahora te tratará como uno más, finalicé. Mi sobrino escuchó atentamente, asintió cuando escuchó mis últimas palabras y se retiró en silencio a su pieza. Desde el living pude notar que el repetía frases constantemente. Decía una frase varias veces pero en distintos tonos y entonaciones. Me entretuve escuchándolo y en algún momento me quedé dormido.
El fuerte repicar del teléfono me hizo despertar de golpe. No tomé el auricular en seguida. Tuve la secreta esperanza de que el aparato callara. Pero no. Paraba un momento y el molestoso ruido volvía más intenso.
–Deja a Karla tranquila –escuché que dijo un hombre de voz ronca.
Al otro lado de la línea habían descolgado al mismo tiempo que un bocinazo de auto retumbaba por toda la casa. Me asomé a la ventana y apenas pude distinguir un auto que se alejaba muy rápido.
–Quién molesta –dijo mi sobrino.
–No sé.
Había mentido a medias. No tenía la certeza de quién molestaba, pero obvio quién podía ser. Ahora, lo del teléfono y el auto podía ser una coincidencia. De ésas que pasan, por ejemplo, a raudales en los libros de Paul Auster.
–Odio las bocinas de los autos –comentó Alonso.
Vi que traía entre sus manos una hoja escrita con los nombres de los personajes y sus diálogos.
–Entonces, vas a hacer la obra de teatro.
–Lo estoy viendo –dijo Alonso guardándose el manuscrito bajo el brazo–. Otro niño también está estudiando mi papel. Él lo hará mejor.
–Lo dudo…
El teléfono atacó de nuevo. Alonso se acercó a él y yo no hice nada por evitarlo. Él escuchó atentamente y luego apuntó con el auricular hacia mí. Me acerqué todavía pensando que podía ser el acosador. Dije aló tímidamente.
–Ya que no me llamas, te llamo yo.
–Lo iba a hacer hoy.
–No te creo, pero no importa. No llame para pelear contigo.
–A mí no me gusta pelear con nadie.
–No te gusta hacer nada con nadie… Quiero hablarte de otra cosa.
–¿De Octavio?
–No, de ese antipático, no… ¿Has sabido algo de él?
–Nada en concreto.
–Estás más misterioso que de costumbre… Hablemos de mañana, mejor.
–Mañana.
–Sí, de nuestro viaje a la playa.
–Estoy escuchando que está empezando a llover. De seguro va a llover todo el fin de semana.
–No me importa. Nos quedamos en el departamento, acurrucados. ¿Te parece?
–En ese caso nos quedamos en mi cuarto.
–Allá, aunque llueva, tenemos vista al mar. No seas fome.
–Me es inevitable.
–No seas aguafiestas, entonces.
–Es casi lo mis…
–Mañana te la hago fácil. Dime a qué hora te paso a buscar a tu casa.
–Tú no sabes donde vivo.
–Sé, más menos. Ahora dame tu dirección.
–San Nicolás 1178.
–Con eso me basta. A qué hora pasó.
–Rita llega los viernes como a las nueve. Después de eso pasa.
–Ya, pero espérame listo. No me gusta mucho manejar de noche.
–De noche y con lluvia. Quizás debiéramos pensarlo.
–Tú maneja, entonces.
–No sé hacerlo.
–Mira tú, cómo te voy conociendo. Qué otras sorpresas me guardas.
–No sé nadar.
–Sigue.
–No sé andar en bicicleta y el sexo no me atrae.
Tuve que despegarme del oído el auricular debido a la exagerada risotada de Karla.
–También eres bromista…
–No lo soy.
–…Me enterado de mucho para una simple llamada. Allá en la playa nos conoceremos más.
–Es probable.
–Chao, un beso. Descansa esta noche que en la playa te sacaré el jugo.
Ahora escuché tan solo una risita. Sentí el mordisco en el cuello justo cuando colgué. Me estremecí entero.
–De mañana no pasas –vaticinó muy sonriente Rita.
–Es probable –le contesté, y la besé en la boca.
–Acuérdate que me tiene que contar todo.
–Como siempre.

 
Bitácora de vuelo de un aspirante a escritor (y ser humano)

Mi foto
Nombre: roberto fuentes

Nada. Sólo soy un escritor.

Archivos
junio 2005 / julio 2005 / agosto 2005 / septiembre 2005 / octubre 2005 / noviembre 2005 / diciembre 2005 / enero 2006 / febrero 2006 / marzo 2006 / abril 2006 / mayo 2006 / junio 2006 / julio 2006 / agosto 2006 / septiembre 2006 / octubre 2006 / noviembre 2006 / diciembre 2006 / enero 2007 / marzo 2007 / mayo 2007 / julio 2007 / abril 2008 /


Powered by Blogger

Suscribirse a
Entradas [Atom]