Página en blanco
jueves, septiembre 29, 2005
  Escribo en El Mercurio, y qué

Dios, si existe, sabe que traté de escribir en medios más progresistas. Lo intenté en el Clinic, El Periodista y varios otros de ese tipo. No me pescaron. Están en su legítimo derecho. Y bueno, luego de ganar el Paula, propuse a un periodista que trabajaba en Revista de Libros y que había conocido hacía poco, escribir algo sobre los premios literarios. Lo hice, gustó y desde ahí que se me abrió una ventana. Y la ventana la aprovecho al máximo. Escribo lo que me place, cero censura, y me pagan por eso. Qué mejor. Mis artículos tienen como eje en común reírme de la labor del escritor y del mundillo literario -este blog también persigue lo mismo-. También he incursionado en la reseña. Como ven, no tengo nada de que arrepentirme. Y si alguien me dice que soy inconsecuente con mis idea políticas, contesto que cero rollo, total "El Mercurio miente", y sólo soy un mentiroso más. Última cosa: en radio Rockandpop tengo otra ventana; más bien es un ventanal.
 
martes, septiembre 13, 2005
  Escribir sin utopías

Resulta muy difícil hablar de la lucha por reivindicaciones colectivas de los más humildes sin el peligro de que te califiquen de retrógrado. Esto en parte sucede porque estamos regidos por un modelo económico que pretende ser igual para todo el mundo y aquél que se sale de ese camino está liquidado. Tampoco es recomendable tipear la palabra dictadura con mucha soltura. Miremos al frente y hacia arriba, nos dicen. Entonces, esto también se transmite al ámbito cultural. Ha habido una especie de adormecimiento en cuanto a tratar ciertos temas con una connotación social, temas que tengan algún rasgo evocativo de protesta o algo por el estilo.
Se sabe que el tema de la desigualdad es el talón de Aquiles del modelo económico imperante, por eso creo que deberían surgir voces literarias más arriesgadas en cuanto al tema. En lo particular, pienso que la literatura debiera ser comprometida sobre todo en cuanto a lo social. No me interesa quien escribe solamente para entretener, aunque no niego que entretener sea un objetivo súper legítimo (yo mismo tengo más de un par de relatos enfocados únicamente a ese fin), pero, como proyecto de mayor alcance en cuanto a una obra literaria, me interesa marcar ciertas cosas sociales.
Hablar del tema de la población y sus pobladores sin caer en lo panfletario –y en la caricatura– no es fácil. Personalmente hablo de este tema porque es algo que conozco, es la realidad que me tocó vivir por mucho tiempo. Pero también se trata de rescatar un poco lo que es el Chile mayoritario. O sea, en cualquiera de nuestras ciudades más del ochenta por ciento de la gente vive en poblaciones. El otro porcentaje de la gente es la que vive en condominios, villas y unos pocos en sectores como la Dehesa o Lo Curro. Pero este Chile mayoritario, donde se activa la gran mayoría de nuestras costumbres y nuestra identidad nacional, por lo general no aparece en nuestra literatura actual. ¿Y por qué pasa esto? Porque la gente que lee novelas o cuentos, por lo general, no pertenece a ese grupo mayoritario. Las personas que leen son la que pueden gastar ocho mil pesos en un libro, y estas personas poseen un nivel socio-económico medio o alto.
Si partimos de la premisa de que uno lee ficción para identificarse, a esta gente, entonces, le interesa leer relatos, por ejemplo, sobre una señora que tiene problemas porque su marido es infiel y que se va a Miami a hacer unas compras para salir de la depresión. Es casi un círculo vicioso. Tampoco hay problema que se escriba sobre ese mundo, pero está muy cargada la mano para ese lado.
Otro aspecto a destacar es también lo mucho que los escritores escriben sobre otros escritores o pintores o fotógrafos. La metacultura no es negativa, pero hay un Chile real, por llamarlo de alguna forma, que cuando aparece en algunos de estos medios de expresión cultural, como el cine o la literatura, sus personajes finalmente resultan estereotipados, pues existe, por parte de los artistas, un desconocimiento de lo que realmente pasa en ese Chile real.
Hay varios autores norteamericanos que a mí me gustan mucho, los cuales si bien no vienen de sectores muy populares, se atreven a escribir sobre cosas cotidianas, del antihéroe urbano: un mesero, un taxista… Raymond Carver, por ejemplo, en muchos de sus textos capta con maestría las vicisitudes de la vida de un matrimonio de clase media común y corriente. En Chile se echa de menos eso. Tampoco le vamos a pedir a Enrique Lafourcade que escriba un relato sobre un sujeto de la población La Legua, y en primera persona.
Se supone que la literatura chilena en los noventa explotó. Quizás hubiese sido mejor una implosión, cosa que a los autores no les diera miedo hablar de los chilenos como nación, como país, como ciudadanos de este pedazo de tierra. Tal vez no existía suficiente perspectiva temporal para escribir con decisión sobre la dictadura, tema del que, a quince años de su término, se ha escrito muy poco. Cada cierto tiempo se levantan constantemente algunas voces para reclamar sobre la inutilidad de seguir hablando sobre acontecimientos que sucedieron hace más de una década y media. Bueno, una forma de responder a estos reclamos es decir que en España aún se publican buenas novelas que hablan de la Guerra Civil. Por otro lado, la cultura norteamericana está llena de hechos que pasaron en la segunda guerra mundial y en Vietnam.
Nosotros, literariamente hablando, todavía no hemos cerrado las heridas de nuestro pasado ni hemos hecho eco suficiente con las penurias que vive a diario nuestra gente. Espero que los nuevos autores tomemos este desafío.
 
viernes, septiembre 09, 2005
  Odio a mi Narciso.


Acabo de entrar a una librería y el librero me ha presentado a un antiguo cliente. El cliente en cuestión me saludó cordialmente, me dijo que me conocía, se excusó de que todavía no me haya leído, y, para subsanar la culpa, compró mi último libro frente a mis narices y me pidió que se lo dedicara. Me sentí bien. Ese Narciso que llevo dentro afloró con insolencia. Escribí una larga e inspirada dedicatoria. El cliente me pidió mi mail para mandarme sus comentarios. Se lo di y me retiré de la librería con la frente en alto. Acto seguido pensé de que si me dedicara a visitar todas las librerías y me hiciera amigo de todos los libreros, me convertiría en un best seller. Firmaría libros por doquier y mi Narciso interior se sentiría más que satisfecho. Luego sonó mi celular. Era una antigua amiga. Me llamaba para comentarme mi último libro. Volví a sonreír, me detuve en seco y respiré profundo esperando los halagos de rigor. No me gustó tu libro, me confesó. No te preocupes, sólo atiné a decirle antes de colgar. Espero que el cliente haya perdido mi mail. Me pondré piedras en los bolsillos para no volar más. Odio a mi Narciso.
 
miércoles, septiembre 07, 2005
  Se viene Fuentes...

Acabo de firmar contrato por dos novelas con LOM. Una infantil y otra juvenil. Estos relatos saldrán a la pelea antes de fin de año. Todo esto me tiene contento. Siempre quise publicar algo dirigido a los niños. Creo que la vida es una película a color, y a medida que uno va creciendo los colores se van perdiendo. O sea, en la infancia abundan los rojos, amarillos y verdes; a mi edad ya todo es tono sepia, y más adelante será en blanco y negro. Los niños son lo único, que va quedando, que vale la pena. La novela juvenil no sé si es tan "juvenil". Al menos sus protagonistas son púberes, pero los temas que tocan son algo fuertes. Esa período de la vida, la pubertad, me atrae mucho. Ahí, de cierta forma, se elige si se toma la pastilla azul o roja (Matrix). Más adelante daré más detalles sobre estas publicaciones.
 
Bitácora de vuelo de un aspirante a escritor (y ser humano)

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Nombre: roberto fuentes

Nada. Sólo soy un escritor.

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