Página en blanco
lunes, agosto 29, 2005
  La imagen, se quiera o no, importa

Me he dado cuenta, a próposito de mi último libro publicado (Todas íbamos a ser putas), que el título y la portada son muy importantes. La gente pica al ver una imagen insinuante, fuerte, acompañada de un título sugerente. Y, bueno, después me imagino que hojeará el texto y decidirá si lo compra o no. Mientras más personas tomen el libro, aunque sea por curiosidad, mayor serán las ventas. Es simple estadística. Y mientras más te leen, mejor. Es pura economía, puro negocio y harto ego, también.
 
domingo, agosto 21, 2005
  Cansancio

Estoy cansado de ser hombre, decía uno de los versos del mal padre de Neruda. Bueno, yo estoy cansado de ser padre nocturno. No sé si buen padre, pero mucho mejor que nuestro laureado poeta. Este año veo difícil que pueda escribir una sola línea sin cabecearme frente a la pantalla del computador. Creo que emprenderé la retirada y veré qué pasa en el futuro. Mis hijos estarán más grandes, dormirán de corrido toda la noche, y podré juntar mis ojos por más de una hora sin despertar sobresaltado por un llanto. Para escribir no creo que se necesite inspiración, pero si se debe estar con ánimo, atento. Como se ve, siempre he escrito este blog bajo la influencia de Morfeo, y lo seguiré haciendo. Eso sí: espero mejorar la calidad de mis textos. Lo prometo. Y prometo también seguir levántandome a medianoche. Mis hijos no tienen la culpa que yo me quiera convertir en escritor. Buenas noches, para los que puedan tenerlas.
 
martes, agosto 02, 2005
  Cinco tonteras, cinco cuentos y una nota final

I. Una de las cosas que más me gusta de la película Alta fidelidad –sí, lo admito, no he leído el libro de Nick Hornby– es cuando sale Rob Gordon (Jhon Cusack) haciendo sus listas de cinco discos favoritos en distintas categorías. Su actitud es infantil, pero los hombres a esa edad, bordeando los treinta, somos así: inquietos, buenos para las pataletas, buscadores de un pecho materno, amantes de las listas.

II. Me da una lata enorme que los libros de cuentos sean tan poco cotizados por las editoriales. Un autor puede llegar con una novela bajo el brazo y el editor salta de alegría de su asiento; pero en cambio, si el fajo de hojas contiene un conjunto de cuentos, el editor, circunspecto, se queda mirando fijamente al autor y le dice: ah, qué bueno, ¿y no tienes una novela por ahí?

III. He leído que en España sólo a autores consagrados, como por ejemplo Vila-Matas y Javier Marías, les publican libros de cuentos. En Chile pasa algo parecido. A Fuguet no debió costarle publicar Cortos, sin duda, pero he sabido de varios autores que no han encontrado la acogida que hubiesen deseado en su casa editorial. Normalmente las llamadas editoriales independientes son las que asumen el riesgo de publicar relatos. Y hablo de “riesgo” porque los lectores compran poco libros de este tipo. A fin de cuentas, la novela es la que genera plata.

IV. Es raro esto de que en Chile se prefiera el relato largo. Uno supone que en un país que se lee tan poco y que, además, donde la gente se pasa quejando de que no tiene tiempo para nada, los libros de cuentos deben ser grito y plata. No es así y no se ve que esto cambie. Y repito: es raro, y es penoso, sobre todo para los amantes del cuento.

V. Como una forma de revindicar el relato corto –y para darme el gustito de hacer una lista– es que quiero dar a conocer los cincos mejores cuentos que he leído en mi vida. Ojo, hay miles de libros que no he leído, mis deudas literarias son vergonzosas, por lo tanto el sesgo de esta muestra es enorme. Otra cosa: el único parámetro con el que he seleccionado estos relatos es el de la emoción. Todas estas historias me han tocado alguna fibra. Eso se agradece. El orden de aparición de los cuentos no indica nada.

1. Maribel bajo el brazo, Marcelo Leonart. La muerte de la única hija es una prueba casi infranqueable para una pareja; y si a eso le agregamos un fantasma, una especie de clon viviente de Maribel, la hija muerta, la vida se torna insoportable. El dolor se palpa en cada letra.

2. Caballos en la niebla, Raymond Carver. Una carta de despedida. La letra no es de la mujer. El hombre se sobresalta. En el porche ve una maleta y a dos caballos apareciendo de una espesa niebla. La mujer está con ellos. Una par de policías completan el cuadro. Nada es como parece. Quizás la culpa es de la niebla.

3. Casa tomada, Julio Cortázar. ¿Qué diablos es lo que va cercando a la pareja de hermanos? Poco a poco la casa está siendo tomada. Atrás quedan muebles, libros franceses, un par de pantuflas, una pipa, pedazos de historia. Asfixiante relato que deja lugar para muchas lecturas.

4. Últimos atardeceres en la tierra, Roberto Bolaño. B y su padre se van de viaje desde el DF hasta Acapulco. Ambos se están dando una oportunidad, quizá sea ésta la última. Respeto, acostumbramiento, rabia contenida, resignación y algo de afecto. Un texto sobrecogedor.

5. Un día perfecto para el pez plátano, J. D. Salinger. Una pareja de recién casados. Ella cree conocerlo bien, o se engaña a si misma. Él juega con una niña en la playa y le habla del pez plátano. Algo va a estallar, se huele, se palpa. Un cuento que se lee aguantando la respiración.

Nota: De los autores mencionados se puede decir que tres de ellos están muertos, uno se enclaustró para siempre, y el otro gusta vestir poleras sin mangas.
 
Bitácora de vuelo de un aspirante a escritor (y ser humano)

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Nombre: roberto fuentes

Nada. Sólo soy un escritor.

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