Salí en la tele
A ella la conocí hace menos de un año. Yo venía llegando de Iquique. En el Norte trabajé de reponedor en un supermercado durante cinco años. Me pillaron comiendo un paquete de galletas. Decidí volver a la casa de mamá por un tiempo. Un vídeo delató mi falta. Salí en la tele todo despeinado. Por eso me echaron del trabajo: por manilarga y chascón. Llegué a Santiago y mi hermano se casó a la semana. Sólo en la iglesia conocí a mi cuñada. Se veía hermosa. Lo primero que conversé con ella, durante la fiesta, fue sobre el motivo de me venida del Norte. Se rió con gracia. Mi hermano llegó a nuestro lado y la abrazó. Llegó tarde: ya me había enamorado. Vivimos todos juntos: mi mamá, mi hermano, mi cuñada y yo. Al mes encontré pega de jornal. Al sexto mes le confesé mi amor a ella. Mi cuñada me contestó con una fuerte cachetada. Al mes ella encontró a mi hermano con otra. Él la besaba apasionadamente en un callejón cerca de nuestra casa. Eso me lo contó ella. Sácame de aquí, me pidió. Y la llevé a dar una vuelta al centro. Anduvimos por Huérfanos, cerca de mi pega. Terminamos en un motel que cobraba cinco lucas las tres horas. Yo nunca había sido más feliz. Ella perdonó a mi hermano apenas volvimos a casa. Discutieron y luego se besaron. Mi mamá me miró con cara de enojo. La vieja nunca fue tonta. A los tres días volvimos al mismo motel. Ella llevaba una cámara grabadora. Es para divertirnos, me dijo. Y cómo nos divertimos. Otra vez fui feliz. Mi hermano volvió a engañarla. Él le dijo a mi cuñada que no podía evitarlo. Ella en venganza le mostró el vídeo del motel. Volví a salir en la tele. Mi hermano se volvió loco. Me buscó por toda la casa. Me encontró en la cocina. Tomó un cuchillo enorme. Maricón, me gritó. Primero apuntó el cuchillo hacia mí, pero al final él se lo clavó en el estómago. Esto fue hace una semana. Ella se fue sin decir a dónde. Mi mamá me echó de la casa. Y yo estoy aquí: en la losa de un décimo piso de un edificio en construcción para hacer lo único digno que me queda por hacer.