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martes, junio 20, 2006
  Borrador, capítulo cinco, tercera parte, No me quieras tanto
Cinco

Andrea me pidió que le metiera la mano en su entrepierna y que me entretuviera ahí. Entretente un ratito con mi conejita, dijo exactamente. Me dio risa eso de la “conejita”. Lo encontré simpático. El caso es que masajeé su conejita un buen rato antes de que uno de mis dedos explorara más adentro. Por otro lado, la pareja del frente, de la cual me había descuidado un tanto, estaba cuasi desnuda. Sentí un deseo gigante de carcajearme cuando vi al chico con el pantalón a medio sacar y con sus blancas nalgas apuntando al cielo. La luz de una ampolleta, ubicada en una carpa cercana, iluminaba tenuemente a la pareja. Ellos se encontraban en un pequeño claro dentro del bosque. Recuerdo que yo debía enfocar con esfuerzo mi vista para poder verlos bien. Miré a Andrea y ella no sacaba los ojos de encima de la pareja. A veces ella abría un poco la boca y exhalaba pausadamente. Imagino que lo hacía debido a que lo estaba pasando bien. Yo seguía con mi exploración. Lenta, continua y a ratos profunda. Justamente en esos ratos ella exhalaba. Un fuerte quejido nos avisó que el chico había penetrado a la chica. El quejido fue de ella: agudo y discontinuo. Él estaba encima de ella. Ella tenía sus piernas totalmente abiertas. En un momento logré verle la cara a la chica con mediana claridad y la noté algo ausente, o quizás lo estaba pasando muy bien. Por mi nariz entró un intenso olor a eucaliptos. Me gustó aquello. Escruté los árboles y en efecto, eran eucaliptos. La pareja continuó moviéndose cada vez con más bríos. Mi dedo explorador también aumentó su agresividad. Andrea seguía mirando a la pareja, pero ahora se mordía el labio inferior. Sentí unas ganas enormes de poder masturbarme, pero me contuve: mi mano más diestra estaba siendo devoraba por una conejita. El chico soltó un grito. Por un momento pensé que el espectáculo había terminado, pero no, siguió atacando con más fuerza.
Pasaron unos cinco minutos en que nada cambió mucho. Hasta que Andrea se echó hacia atrás y quedó totalmente de espalda. Con una de sus manos empujó la mía. Seguí presionando fuerte, aunque ahora el ritmo lo llevaba ella. De reojo vi que el chico se detuvo de golpe. Luego me concentré en la cara desencajada de Andrea. Todo sucedía muy rápido. El chillido volvió más intenso que nunca. Volteé hacia los chicos y noté algo terrible: él se dejó caer hacia un costado, ella levantó su tronco hasta quedar sentada, giró su cara hacia donde estaba el chico y vomitó. Andrea soltó un último bufido y me sacó la mano con mucha delicadeza. Yo no hallaba qué hacer. El chico gritaba algo. La chica pedía disculpas, creo, pero sólo un momento, pues luego se tiró nuevamente hacia atrás o se desmayó. Andrea se retorcía lentamente, como si todavía sintiera el gustito del orgasmo. El chico se levantó, vociferó un par de garabatos y se perdió entre los árboles. La chica seguía inmóvil. Gracias, me dijo Andrea, y se acomodó su ropa. O tal vez no dijo nada y yo imaginé los agradecimientos. La luz de la carpa se apagó y la chica ¿desmayada? Se perdió en la oscuridad. Recordé la imagen del vómito y sentí náuseas. El chillido no se escapaba de mi cabeza. Andrea me besó tiernamente los labios. ¿Y los chicos?, me preguntó. Supongo que se fueron, atiné a decir. No supe cómo decirle lo que había visto. Recuéstate, me pidió. Obedecí como un manso cordero. Ella acarició mi pene por sobre el pantalón. Algo no andaba bien. No podía dejar de pensar en la chica. A lo mejor ella ahora estaba inconsciente. Quizás el chico le dio un golpe y yo no me di cuenta. Capaz que se esté ahogando en su propio vómito, me dije. No te está funcionando, me dijo Andrea apuntando con sus labios hacia mi entrepierna. Estoy algo nervioso, me excusé. Yo te voy ayudar, anunció.
Andrea me sorprendía a cada momento. Sacó el paquetito de marihuana y con extrema facilidad preparó un pito. Lo encendió y dio una pitada larga. Yo lo intenté y tosí mucho. Ella se rió al mismo tiempo que creí escuchar algo delante nuestro. La chica, dije. Qué pasa con ella, dijo Andrea, y se acercó. La cara de Andrea me pareció desconocida. Se veía rara, contesté. Todos nos vemos estúpidos cuando tiramos. No, ella se veía distinta a eso. Cómo. Se veía enferma. Enferma de caliente. No estoy bromeando. No te pongas denso y trata de fumar algo. Y Traté, y tosí, y luego ya no tosí tanto, y sentí que mis pulmones se llenaban del mágico humo, y escuché el chillido, pero en un tono y volumen más bajo. Y reí, y Andrea rió conmigo, y me eché hacia atrás, y Andrea lo intentó de nuevo, y ahora mi cuerpo respondía, y su mano en mi pene hacía milagros, y cerré mis ojos, e intenté que ese momento sublime se alargara por siempre, que el final se postergara indefinidamente, pero las cosquillas comenzaron el algún extremo de mi cuerpo y se extendieron hacia el centro: mi pecho, mis muslos, mi pelvis. Y la explosión era inminente, y debí haber puesto una cara de estúpido, como había dicho Andrea. Y exploté. Y creo que al ratito me dormí. Hey, chicos, escuché. Me costó despabilar. Solté un grito de espanto cuando entendí quién era la chica que me hablaba desde arriba. Qué pasa, preguntó Andrea mientras sacaba su cabeza de mi pecho, se sentaba y encendía un fósforo. Disculpen que los haya despertado, pero es que ando perdida, dijo la chica del vómito. Miré su cara y sus ropas buscando vestigios de su mal momento y no noté nada. Andrea me miraba muy intrigada. Le hice una seña con los ojos, espero que discretamente, y ella entendió quién estaba frente nuestro. El fósforo se apagó y Andrea encendió otro. Todo está muy oscuro, explicó la chica, y los escuché a ustedes. Metimos mucha bulla, aseguró Andrea. Tú no, él roncaba algo, dijo la chica, y apenas logró esbozar una sonrisa. Me di cuenta que el cierre de mi pantalón estaba abierto y traté de cerrarlo sin que se dieran cuenta. Obviamente aquello era imposible. Andaba con un amigo, pero tomamos mucho trago y me quedé dormida, explicó ella. Recuerdo que había algo de luz y luego me dormí y desperté sola, agregó. Es un maricón, solidarizó Andrea con ella. La chica se encogió de hombros. Todos sus gestos era mínimos, como si le costaran un mundo poder realizarlos. Hay una carpa por ahí, apunté por entre los árboles en el momento que el fósforo se apagaba. ¿Seguro?, dijo la chica. Andrea y yo asentimos. ¿Me acompañan? No hay problema. Nos pusimos en pie y Andrea encendió otro fósforo. Avanzamos cinco metros y el fósforo se apagó. Encendió otro y aceleramos el paso. Llegamos a la carpa en el momento que se apagó el fósforo. Andrea encendió otro y la chica acomodó la ampolleta hasta que se encendió. Creo que los tres nos encandilamos. La chica entró a la carpa. Con Andrea nos quedamos mirando. ¿Eso es todo?, dijimos con nuestras caras. No hay nadie, dijo la chica al volver. Y quién debe estar, preguntó Andrea, No sé, alguien, contestó lacónicamente la chica. Son las cuatro de la mañana, dije algo sorprendido al mirar mi reloj. Dormimos harto, comentó Andrea. Quédense conmigo, propuso la chica, podemos dormir los tres, hay un colchón grande allá atrás. Nos quedamos callados. No sé qué pensaban ellas, pero yo imaginé que era una propuesta sexual. La idea me encantó, aunque también sentí algo de miedo, miedo al fracaso. Me sentía algo cansado y las nauseas no me abandonaban del todo. No podemos, dijo Andrea, andamos buscando un amigo. Enchuequé la boca y encogí los hombros. El perla no era mi amigo, fácilmente podía quedarme con la chica, pero recordé la imagen del vómito y reconsideré mi postura. Lo lamentamos, me excusé.
 
Comentarios:
holis señor fuentes!! un saludo
leo constantemente su blog ... ojalka algun dia visite el mio y me critique ...de verdad me gustaria muchisimo

un saludo desde aca

jaime
 
Notable.
Me recordó mi paseo de fin de la media, hay sucesos similares.
Estaré atento a más avances.
Ah, Roberto, cómo se llamaba el último libro de Vargas LLosa que recomendaste en la rocka??
No alcancé a escuchar el nombre.

Salu2
 
Qué buena historia.... un agrado volver a pasar por acá.

Saludos!!
 
El olor a eucaliptos queda impregnado en la piel, y las marcas quedan…



Saludos...


Bye
 
tam,

las cosas que anda diciendo por ahí... caños cachondos, uf... habla muy bien de ti, en todo caso...
tengo tres libros, a cuál te refieres; están en las librerías grandes
 
x la chitas ke voyerista salió el caballero...

y la xica igual claro...

me sumergi en la historia ke kiere ke le diga ...

wenisima.

besos
 
algo cachondo este capítulo... son aventuras de chicos de 15 años, o no?.
Parecen historias juveniles.
 
esta buena la historia, pero el final es medio fome, pense que venian los extraterrestres o algo por el estilo, como que la carpa estaba llena de zombies... ja ja que se shó
 
Keep up the good work » »
 
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Bitácora de vuelo de un aspirante a escritor (y ser humano)

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