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martes, julio 11, 2006
  Capítulo 1. Novela La Mano Pequeña
entregaré a ustedes algunas partes de la novela que estoy escribiendo gracias a una beca otorgada por el consejo nacional del libro (y para que tamara no alegue más)

A modo de prólogo:
Aquí no hay ficción


Hace siete noches maté un hombre. Lamento haberlo hecho, aunque la muerte de ese tipo no me importe en lo absoluto. Alonso, mi sobrino de ocho años, vio todo y desde ese día no ha vuelto a hablar. Él junto a Rita, mi hermana melliza, son las personas que más amo. Si lo pienso, creo son las únicas personas que amo. Lo de Karla es distinto, ya tendré tiempo de explicarlo. Rita es sicóloga y está convencida de que el mutismo de su hijo es temporal. Yo también quisiera pensar lo mismo, pero no puedo.
Me da una lata tremenda tener que hablar de mí y mi familia, incluso el acto de escribir esto en mi computadora –como lo estoy haciendo ahora– me produce hastío. Yo sólo escribo historias ajenas, historias que robo por ahí, en las calles, en las salas de espera y principalmente en el metro. Encuentro demasiado fácil contar una historia autobiográfica. No le veo la gracia. Cabe aclarar que yo no lo veo la gracia a casi a nada, sólo a las cosas que hace Alonso. Mi secreto para robar historias es concentrarse en las voces. Cierro los ojos y escucho el murmullo, de a poco empiezo a separar las voces, a relacionarlas, a distinguir cual voz habla con otra y cuando creo que he logrado captar algo interesante, lo anoto en mi libreta. De ahí saco, supuestamente, cuentos y poemas. En realidad sólo he escrito un par de cuentos y un par de poemas. Soy demasiado exigente con las historias y con mis textos, pero ojo, eso no asegura la calidad de ellos. Aclaro que lo que cuento finalmente (sea en prosa o en versos) no es necesariamente igual a lo que escucho. Rescato la esencia y trato de construir algo, y tampoco sé distinguir muy bien un cuento de un poema. El problema es que mis poemas son demasiados narrativos, me ha dicho Rita en innumerables ocasiones. En el fondo sé que como poeta apesto (el premio que gané hace un mes y medio no cambia en nada mi opinión) y constatar eso me produce cansancio, no pena.
Voy a contar esta historia –y de hecho éste sería mi primer proyecto de relato largo o novela, como se quiera llamar, pues prefiero los cuentos y los poemas; todavía no he leído una novela que sienta que no está sobrescrita– para que quede un documento de lo que me ha pasado estas últimas semanas, una especie de testimonio de lo que me sucedió entre el 25 de julio y el 8 de agosto del 2004. Hoy es domingo 15 de agosto y esta última semana no ha parado de llover. A veces pienso que seguirá lloviendo hasta que Alonso diga algo. Lo que es yo, no voy a parar de escribir hasta terminar esta historia, mi historia, que quizá no cuaje mucho con la versión de la historia de los demás protagonistas, incluyo en esto la historia del muerto.
Una advertencia antes de seguir: como este relato será autobiográfico, me apegaré a los hechos como lapa a una roca. Aquí no hay ficción. Es bueno que se sepa. Y sobre todo que lo sepa Alonso, quien será la primera persona a la que le muestre este texto. Luego a Rita, obvio. Y de ahí a nadie más, por ahora. No puedo siquiera pensar en la posibilidad de publicarlo. Me estaría autoinculpando y no quiero pasar el resto de mi vida encerrado en una celda de dos por dos. No me lo merezco, aunque nadie se merece nada, las cosas pasan y punto. Tampoco deseo que la familia del occiso tome represalias. Por mí, no importa. Alonso es quien me preocupa. Le pediré a mi sobrino que intente publicar este relato apenas me muera. Como ya explicaré, voy a morir joven.

Me llamo Tomás y no es gran cosa. Un día les pregunté a mis padres por mi nombre. Yo era chico, de unos cinco años, estaba en Kínder y usaba una bonita cotona café claro. No llevaba una semana de clases y mis compañeros me molestaban con el grito: “¡Tomás, gato tonto!” Me lo decían con un acento caribeño, igual que en los dibujos animados de Tom y Jerry. Es curioso que a la señora dueña del gato sólo se le lograra ver los pies y la falda. Ella siempre retaba a Tom con su acento caribeño y cada vez que pasaba eso yo me hincaba bajo el televisor y miraba hacia arriba, esperando con eso poder ver el resto del cuerpo de la señora gritona. Yo odiaba ese dibujo animado, no porque mis enanos compañeros me molestaran, eso me daba lo mismo, el tema es que encontraba estúpida la trama. Gato persigue a ratón eternamente. Obviamente nunca se lo comía o se acababa la serie. Aún así lo veía. Algo de masoquismo había en eso, lo admito. En todo caso “el monito” que más odiaba era El correcaminos. Ese pájaro flacuchento era un pedante de mierda, igualito al pato Glad con suerte.
Volviendo al asunto de mi nombre. Papá apuntó a mamá con la punta de los labios y se desligó del problema. Yo me quedé mirando fijamente a ella. No sé cuánto rato pasó pero no fue poco. Mamá a veces ponía a prueba mi paciencia. Yo nunca me desesperaba y la seguía mirando sin expresión alguna. Creo que mamá siempre me encontró algo extraño y me hacía esas pruebas para obtener alguna pista que dilucidara el enigma de mi personalidad (es extraño, me considero una persona muy simple) o de conocer el límite de hasta donde yo podía llegar con mis obsesiones. Esa es la palabra que ella más usaba conmigo: obsesión. No despegué mis ojos de los suyos. Jamás he dejado que alguien no responda mis preguntas. Nada de original tiene mi actitud, basta con leer El Principito para darse cuenta de eso.
–Me gusta como suena –respondió por fin ella.
Yo la miré conforme por el hecho de que me había respondido, no por su respuesta. Tomás no suena bien, tiene la misma musicalidad de un eructo.

Desde niño que el colegio se me hizo fácil y empecé a aburrirme en clases. Hablaba solo y cosas así. Mis compañeros no se juntaban conmigo y yo de puro aburrido leía en los recreos. Papá tenía una biblioteca inmensa, de unos diez mil libros o más. La mitad de los libros eran de ficción, la otra mitad eran ensayos y libros de historia. En tercero básico me cambiaron a mitad de año a cuarto, y en sexto y segundo medio me pasó lo mismo. Con catorce años me transformé en el egresado más joven de mi liceo. Entré a la universidad a los quince y cómo lo único que me interesaba en el mundo eran los niños, estudié pedagogía en matemáticas y luego pedagogía en castellano. Hice un par de magíster en educación, también. Nunca he trabajado como docente, ni creo que lo haga. Alonso llena todas mis necesidades pedagógicas. Él es un buen muchacho.
Rita, el nombre de mi hermana, tampoco es gran cosa, aunque, que yo sepa, nadie la ha molestado por llamarse así. Mi hermana melliza, nacida 5 minutos antes que yo, es la mujer más hermosa que he conocido. Tiene un cuerpo armónico y a diferencia mía, le interesa de sobremanera el sexo. Perdió la virginidad a los catorce años y desde ahí no ha parado de experimentar. No hace mucho, a media noche, se vino a acostar a mi lado y me confesó entre sollozos que ha tenido sexo de todas las formas y posiciones posibles. Ella tiene un cuerpo muy flexible, así que le creo. Yo sólo atiné a felicitarla. Al rato la abracé y nos dormimos.
Rita siempre fue buena alumna, nunca la pasaron de curso a mitad de año, pero destacó con excelentes notas. Es mucho más sociable que yo. Siempre fue reina de su curso y participaba en todas las actividades extra programáticas. Quedó embarazada en el último año de enseñanza media y cuando nuestros padres le preguntaron por el nombre del papá de la criatura, ella contestó:
–No sé quién es.
O pudo ser:
–No se los diré.
Yo estaba en la cocina y no escuché bien. Tampoco traté de averiguarlo. A Rita no la echaron del liceo porque papá era abogado y amenazó al rector con demandarlo por muchos millones si no dejaba a mi hermana terminar el año. Acabaron las clases y mi hermana dio la PAA y esa misma tarde mamá nos reunió en el living para contarnos que tenía cáncer. Murió al mes, una semana antes de nacer Alonso. Yo sentí pena, pero también sentí que la pena no era tan grande. Fue raro. Papá tuvo más suerte, alcanzó a disfrutar de Alonso por seis meses. Él también murió de cáncer. Rita dice que fue mamá fue quien se lo llevó. Puede ser. La muerte de papá me dio un poco más de pena que la de mamá, o puede ser que algo de pena me quedaba de la muerte de mamá y se acumuló. Yo los quise a ambos, pero, lo confieso, nunca al nivel de amor que profeso por mi hermana y por mi sobrino.
Como se ve, estoy condenado a morir joven. Rita y Alonso también. Creo que ninguno de nosotros llegará a los cuarenta. Papá tenía 39 al momento de morir, mamá 37. El cáncer es hereditario por naturaleza. Quizás en quince años más exista una cura contra esa enfermedad. Ojalá descubran esa cura antes de que Alonso muera. A mí me da lo mismo morir a esa edad, a Rita también, lo sé. Ella no soporta la idea de no verse hermosa. Yo le he explicado, sin mucho convencimiento, que la belleza es más que una piel estirada y ella sólo da un suspiro a modo de respuesta. Rita es demasiado linda, ése es el problema. Todo exceso es malo. A mí me encantaba contemplarla desnuda durante su embarazo. Por la espalda parecía una modelo, cintura de avispa y nalgas firmes. Era pura panza, una panza redonda, perfecta. Luego del embarazo y de la muerte de papá, viajó a Mendoza y se ligó las trompas. Yo eso lo encontré inteligente, al punto que la imité y me hice una vasectomía. Alonso es el niño más maravilloso del mundo, no necesitamos más.
Nuestros padres tenían seguros de vidas y algunas propiedades. Cada mes nos depositan plata en una cuenta bipersonal que tengo con Rita. Ella trabaja de sicóloga laboral en una empresa multinacional y hace clases en una universidad privada. De vez en cuando se acuesta con algún estudiante buen mozo y no sufre el más mínimo remordimiento por eso. De verdad, la admiro mucho.
Mi trabajo voluntario consiste en criar a Alonso y mi trabajo remunerado en asistir una o dos veces por semana a las “reuniones de creatividad” en la agencia de publicidad de mi padrino. Benjamín, padrino también de Rita y quien fue el mejor amigo de papá, tiene mucho dinero y su agencia se ha ganado un prestigioso lugar dentro de Latinoamérica. Eso me ha dicho él y no debo por qué no creerle. Mi labor consiste en dar ideas (en realidad ése es el trabajo de todos en esas reuniones), decir cualquier cosa por descabellada que suene, y hacer un par de comentarios sobre las ideas de los demás. Benjamín me invita porque dice que soy creativo. Creo que es una tontera, una tontera con sueldo e imposiciones, una tontera legal. La plata que obtengo de ahí la depositó en una cuenta de ahorro a nombre de mi sobrino.
Alonso nació de ocho meses. Al principio nadie notó algo raro en su cuerpo y no había cómo notarlo, tampoco. Todo estaba en orden, en perfecta simetría. Pasaron los meses y su mano izquierda crecía menos que la derecha.
–Un caso en un millón –dijeron distintos doctores.
Papá, por suerte, murió sin enterarse de ese detalle. Él siempre fue perfeccionista. No soportaba ver un zapato sucio o una corbata chueca, por ejemplo. Papá paseaba a su nieto en brazos hasta que se acalambraba. Rita, a pesar de también tener la característica del amor por la perfección, ha sabido asimilar esta asimetría física de su hijo con tranquilidad. Yo, por mi parte, le digo a Alonso que él en realidad es de manos pequeñas, cosa muy elegante por cierto, y que una le salió más grande que la otra de puro porfiada que es. Él me sonríe, pero es una sonrisa triste, extremadamente hermosa, parecida a la sonrisa de un león azul herido.
 
Comentarios:
Mmmmm Interessante, noto una redacción más "adulta" en comparación a tus escritos anteriores, quizás sea porque Tomás es más adulto, no en edad ya que debe bordear los 27 según los datos que entregas, sino que en "mentalidad" como dice una persona por ahí,no sé, eso lo sabes tú y Tomás no más.
La madrugada del miercoles nació mi primera sobrina, me amanecí en el hospital esperando que me dejaran verla, siento que desde ese día que a mi hermana la quiero más y que el solo pensar en mi sobrina esboza una sonrisa en mi cara.
Me gustó este "modo de prólogo", estaré atento a más entregas.

saludos
 
me pareció muy interesante, es muy dificil mantener a la gente "con el alma en vilo" (espero que asi se escriba!) cuando se trata de un blog, bueno... a mi me parece. Voy a darme varias vueltas, vendré por el resto!!!
 
Varios esperábamos un nuevo escrito de ud,

Esa es la simpleza de leer.

Seducido por los escritos,
Y subido a un paraíso que nos entrega la imaginación.


Saludos
 
aa bueno!.. me gusto estaba concentrada! =) qiero seguir leyendo!!


MJo
 
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