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miércoles, enero 31, 2007
  Carta a un joven que quiere ser escritor maldito

Sácate de la cabeza eso de ser un escritor maldito. Olvídate de la vida de Hemingway, arranca ese póster que tienes pegado en tu pieza y sólo lee sus libros. Te recomiendo los cuentos de Nick Adams. Descansa del invento de Bukowski. Alguien lo elevó a la categoría de maestro sólo para justificar su vida lleno de excesos. Nadie puede tener tanto sexo pasando todo el tiempo borracho. No creas que siendo maldito vas a escribir mejor. No creas que te llegará la fama haciéndote el malo. Harás el ridículo por montones (en realidad, seguirás haciéndolo) y perderás a los pocos amigos que aún tienes. Bota todas tus botellas de alcohol que guardas en la despensa. También las drogas. Y deja de andar haciéndote el ebrio. Ya nadie te cree. Duerme harto, come bien, da largas caminatas. Aprovecha la oportunidad de ser una de las pocas personas en el mundo que no tiene que trabajar para vivir. Toma el sol, patea una pelota, respira profundo. Y luego de que te sientas bien y hayas recuperado la decena de kilos que has perdido, piensa algo en que escribir. Y si escribes, hazlo en pleno estado de lucidez. Tu libros anteriores son buenos, pero puedes hacer uno mucho mejor.

¿Quieres el reconocimiento de tus pares? Trabaja en tus textos. La escritura automática no existe. La inspiración tampoco. Si quieres puedes seguir escribiendo sobre zombis, sicópatas y drogadictos, pero hazlo con pasión. Que los personajes den sombra, como dice Vargas Llosa, aunque sean muertos vivientes. Y por sobretodo, manda al diablo a esos viejos poetas amigos tuyos. Ellos están perdidos. Ni siquiera están escribiendo. Deja de alimentarles el ego. La esquizofrenia de ellos no tiene porque ser la tuya. Tú eres joven. Estás a tiempo. Hazle caso a tu siquiatra, a tu familia, a tus amigos.

¿Odias que te llamen loco? Entonces no te comportes como tal. Deja de pelearte con todo el mundo. Destruir librerías no es un acto poético. Muchos te han metido ideas equivocadas en la cabeza. Te repito, no empuñes más tus manos. Te he visto la cara hinchada demasiadas veces. Lávate el pelo, cámbiate ropa y sale a dar una vuelta a algún parque. Tiempo tienes de sobra. Observa a la gente. Deja la literatura de lado por un momento. No vayas a cafés a encontrarte con cualquiera que se crea poeta. Descansa de ir a lanzamientos de libros de autores que ni siquiera has leído. No busques que la gente sólo hable maravillas sobre tus textos. Acepta las críticas negativas. A veces esas críticas son acertadas y ayudan a mejorar tu trabajo. Conversa de otros temas que sean de ti mismo. Insisto, Observa a la gente. A las parejas, a los ancianos, a los niños. Hazte amigo de un perro callejero y cuéntale tus planes. Dile que quieres ser un gran escritor, un escritor de fuste. Cuéntale que tienes un talento enorme, pero que ese talento no sirve de nada si un día amaneces acuchillado en un callejón. El perro te entenderá. Él sabe mejor que tú lo que es la vida. Discúlpate con todas las personas a la que has dañado. Tu vida ha sido dura, lo sé. La muerte ha merodeado exageradamente en tu familia. La pena es grande. Bueno, y la pena provoca angustia y la vida se vuelve una locura. Debes huir del hoyo y reconstruirte. No conozco a nadie que haya tenido tantas oportunidades como para enderezar el rumbo como tú.

Búscate una pega. El exceso de ocio es tu peor aliado. ¿Sabías que Bolaño, uno de tus escritores favoritos, trabajó en innumerables oficios antes de poder vivir de la literatura? Conserje y guardia nocturno, por ejemplo. Hemingway fue corresponsal de guerra. Bukowski cartero. Estudia inglés. Entra a un taller de bonsái. Teje a crochet. Pero haz algo.

La literatura es todo, gritas a los cuatro vientos. Ok. Como tú digas. Pero ojo, la literatura salva, no condena. La literatura es un salvavidas, no es un ancla que te lleva hacia el fondo. Por un momento visualiza que, a lo mejor, quién sabe, en una de ésas, la literatura no es todo. De repente es bueno sacar la cabeza por la ventana, ver una mala película, vibrar con un partido de fútbol, enamorar sutilmente a una linda chica. Luego puedes, si quieres, escribir algo sobre eso.
 
jueves, enero 04, 2007
  En un lugar de Lampa
En un lugar de Lampa…

¡Atención escritores chilenos! Olvídense de New York, Madrid y París. He descubierto un nuevo Macondo: Lampa. Pueblito ubicado en el extremo norte de la región metropolitana, a escasos cuarenta minutos del centro de la capital, combina perfectamente lo urbano con lo rural, y lo fantástico con la dura realidad. Su gente se caracteriza por trabajar mucho y ganar poco dinero, pero a pesar de ello no se escuchan mayores quejas. Los hombres son fuertes, morenos, algo serios, pero con una par de cervezas en el cuerpo se convierten en los seres más risueños del planeta. Las mujeres son buenas mozas, empeñosas y no son pocas las que debutan en el aspecto maternal antes de terminar el colegio. A continuación muestro ciertas características del nuevo Macondo e invito a algunos autores a escribir sobre el tema.

1. Por todas partes se aprecian autos, caballos y, por sobre cualquier cosa, bicicletas. Este ecológico medio de transporte es ideal para un pueblo donde todo queda lejos como para caminar y demasiado cerca como para tomar colectivo. Imagino a Fuguet escribiendo un cuento sobre jóvenes ciclistas que organizan carreras clandestinas durante las noches, con el único fin de olvidarse que nunca vivirán en otra parte que no sea su pueblo. Todos ellos añoran con que algún día se inaugure un cine a un costado de la plaza de armas.

2. Sus calles principales están pavimentadas y es motivo de orgullo poseer un cruce semaforizado. Es el único a kilómetros a la redonda y el sector donde está ubicado se conoce como El tropezón. En ese lugar perfectamente se puede ambientar una tragedia sin par. Basta que un camión no respete la luz roja y que aplaste a un carretón tirado por un caballo. Costamagna podría contagiar de dolor cada página. El chofer del camión sería una dama que escapa de los abusos de su esposo camionero, y el carretón lo manejaría un anciano aspirante a poeta.

3. Una de las cosas que más me ha impresionado del pueblo es la inutilidad de los carabineros y los tribunales de justicia. Todo problema se arregla con una larga conversación o a golpes. El joven Fritz, gracias a su pasado boxeril, podría narrarnos perfectamente una pelea entre dos hombres por el amor de una mujer. Un contendor defendería su honor, y el otro lucharía por revindicar su derecho a amar, aunque este amor sea prohibido. Se correría el riesgo, con Fritz de narrador, de que la mujer en disputa se convierta en vampiro durante las noches o de que todo, al final de cuentas, no sea más que un ingenioso juego de vídeo.

4. Abundan los locales que dan colaciones en el Camino Lo Etchevers, uno de los accesos principales a Lampa. “Las perversas” es el lugar preferido de muchos de los trabajadores que laboran en una inmensa villa en construcción. El simpático restaurante fue bautizado así debido a la venenosa mirada que poseen las mujeres que trabajan ahí. Pía Barros nos mostraría en muy pocas páginas la historia oculta de cada una de las perversas. El mal genio de la dueña del lugar es compensado con la dulzura y belleza de las chicas que atienden las mesas. El conflicto no importa, pero ojo, la culpa de todo la tienen los hombres.

5. Mucho campo y bosques ornan los alrededores del pueblo. Muchos canales de regadío, también. Por ahí podría aparecer un cadáver flotando: el del cura. Carlos Tromben nos abriría los ojos. Aparentemente motivos políticos llevaron al asesinato del prelado. Una antigua célula ultra nacionalista estaría detrás del ajusticiamiento del cura rojo. A medida que pasan las páginas y luego de una persecución entre viñedos, Julius, joven ciclista nipón e hijo no reconocido del prelado, atrapa al asesino: un viejo aspirante a poeta que alguna vez trabajó con Frei padre, y que enloqueció luego de ver en el noticiario de la noche la nota sobre curas brasileños que están comprometidos en causas de abusos sexuales contra menores.

7. En la media luna del pueblo se escuchan ruidos guturales durante las noches. Una posible bestia es la causa del temor generalizado. Collyer jamás nos mostraría a la bestia en cuestión, pero sí nos describiría con mucho oficio, el terror psicológico colectivo que afecta a los vecinos. Una sombra en la pared y un par de gallinas sin cabeza, bastaría para que el mismo lector dudara si leer o no el último párrafo antes de dormir.

Lampa da para mucho más: luchas chovinistas entre afuerinos –principalmente capitalinos– y lugareños; un campesino que muestra temple ante la inundación de sus tierras; niños que recorren a pie los cerros más altos y las quebradas más profundas; un avión que cae justo en el medio del tétrico cementerio ubicado en el extremo oriente del pueblo; y una competencia de rally entre un camión tolva, un tractor, una camioneta repartidora de gas y un jeep 4*4 conducido por el hijo menor del más grande latifundista de la zona.

Creo que hasta Rivera Letelier debiera escribir sobre este pueblo, pues Lampa en quechua significa “pala de minero”.
 
Bitácora de vuelo de un aspirante a escritor (y ser humano)

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Nombre: roberto fuentes

Nada. Sólo soy un escritor.

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